Para Micaela quien me enseñó que a veces, nuestra media naranja viene en presentación gajos.
Soplaba un fresco, suave y húmedo viento de invierno, de ese que te hace sentir que los dedos, nariz y orejitas congelados al grado de ser doloroso. Sin embargo, en contraste los rayos del sol iluminaban el jardín esmeralda y cobre de la casa de los Green.
El “hogar” como le llamaban los Green tenía los muros de piedra, madera y hierro forjado en la estancia, con la chimenea humeante en el centro de la sala la cual estaba decorada con finos tapices y cojines bordados a mano. En el comedor brillaban las copas con vino y agua de menta y fresas y como sello de elegancia, unos costalitos que contenían mentas de chocolate con el nombre en cursiva de cada invitado a cenar.
Los cinco miembros de la familia disfrutaban de las reuniones con amigos entre risas y bromas que se hacían siempre entre los más jóvenes, pasaban veladas con sabor a confianza y cariño del bueno. Mientras que los adultos preferían afinar sus gargantas para sacar sus mejores entonaciones de las canciones de la onda ochentera.
En apariencia podríamos decir que eran el mejor ejemplo de estereotipo de familia tradicional, en donde el padre es el proveedor y la madre la administradora y tomadora de las decisiones como el menú de la semana, la decoración y limpieza del hogar y lo más importante la educación de sus tres hijos; Esperanza, Daniel y Miguel, tres adolescentes inquietos y rebeldes.
Sin embargo, hacía ya varios meses que Inés se había percatado que cuando llegaba Lorenzo de la oficina ella ya no se reflejaba en las pupilas de su amado, su mirada ya no brillaba al verla y los besos se fueron haciendo más esporádicos y menos sublimes. El deseo y la pasión se fueron transformando en eternas horas de espera para Inés, mientras que para Lorenzo le era difícil bajarse del auto para llegar a casa. Él dejó de sentir la emoción de encontrarse con su antes princesa, desde que abría la puerta, la mirada lascerante e interrogante de ¿cómo porqué volviste a llegar tan tarde? terminaban en una discusión donde aparentemente ganaba el que humillaba más al otro.
La intuición femenina le decía a Inés que alguien más le estaba robando las sonrisas, los halagos y las caricias de Lorenzo y les puedo asegurar que no hay peor dolor que la incertidumbre. Solo le faltaba comprobar lo que su corazón ya sabía.
Las largas jornadas de trabajo de Lorenzo se complicaban mucho más con el cierre del año, con ello los festejos y las muchas comidas de negocios, se fue olvidando de los detalles tiernos, “los te quiero” y la convivencia con otras compañeras “lo llevó” a poner su atención en otra mujer más joven y quizá más divertida y sin compromiso alguno con la vida , bueno sí la conveniencia de ser ‘amiga’ del director general del grupo financiero de encuestas con más presencia en el país; no era más bonita ni más elegante que la misma Inés pero siempre estaba dispuesta no importaba el día o la hora.
Ella lo sabía y Lorenzo se lo negaba en todos los tonos posibles, sin embargo, su lenguaje corporal y la forma de cómo se justificaba ante Inés eran demasiado contradictorias, dispersas y complicadas, él todo lo manipulaba al grado de hacer sentir a Inés que fue ella la que prácticamente la que lo obligó a buscar otra piel.
Si bien Inés tampoco era un pan de miel, dentro de sus valores está el hablar con las netas y se reconocía a sí misma con todos sus ángulos de luz y oscuridad. Sabía que no era una princesa solamente, sino también un dragón solitario y necesitado de cariño y apapachos.
Ella aún sentía las ganas de vibrar en los acogedores brazos y pecho de su Lorenzo, lo seguía amando y deseando y hasta el jabón que él usaba le motivaba al erotismo y placer.