Llevaba cinco meses en soledad y agonía, ella misma no podía seguir cargando su tristeza ni el cansancio físico. Había dedicado su vida a servir a los demás, a curar rodillitas raspadas, suspirar junto con los corazones infantiles y enamorados de sus tres princesas y leerles “Caldo de Pollo para el Alma” cada noche hasta que se hicieron grandes; independientes y autosuficientes. Sofía, Isabella y Valentina terminaron sus estudios, dejaron el hogar materno para vivir sus propios sueños en el extranjero con la promesa seguir en contacto, videochatear cada semana y “whattsappear” cada que lo quisieran y pudieran, porque una cosa es ir de vacaciones y otra muy distinta el matricularse en una universidad y llenar el calendario de actividades, de tal suerte que las relaciones sociales y las llamadas a casa también se programan, se retrasan, se ponen en lista de espera o se eliminan.
Amanda había sido una mujer adelantada a sus tiempos, veía poca televisión, era de mucha lectura pero su pasión después de sus princesas, era su trabajo, la academia y la investigación. Desde siempre ha sido sociable, inquieta y divertida. Buena amiga y confidente y tuvo los pretendientes suficientes como para pode elegir entre ellos al mejor compañero de vida hasta que él, abandonó el proyecto matrimonial y decidió no volver a aparecer en los retratos de familia.
Ahora, Amanda estaba enfrentando el nido vacío, con una invitada non grata en su cuerpo, una gran depresión que le estaba sembrando desesperanza. Pero como buena mujer sostenía un buen diálogo con su yo interior y no tuvo que esperar hasta el sexto mes para levantar el auricular, ¡sí del teléfono fijo de casa! ese que solo mantenemos por el internet y que a decir verdad, cómo nos saca del apuro cuando no tenemos luz o wifi.
Contactó a un médico internista que le recomendó Ale, su amiga y “cricri”, la recepcionista le dio cita para el día 6 de diciembre a las 9.45 AM, como si fuera tan fácil con ¡el conflictivo tráfico de estos meses!
Pero Amanda se las arreglaba para ser “miss perfect” y ese sello lo heredó a sus princesas, así que llegó como toda una inglesa, ni un minuto más ni un minuto menos a su cita con el doctor Montes quien por supuesto, llegó pasadas de las diez con la típica cara de ‘uy se me hizo tarde’… En fin, después de interrogar a Amanda, la ahora paciente y de mandarle un set de vitaminas y estudios de laboratorio la citó en tres semanas no sin antes darle un avance de su posible diagnóstico Leucemia. Miss perfectextravío el estilo, el garbo y la valentía. Regresó a casa, se quitó los tacones y se echó en su cama abrazando a su oso de peluche marrón, lloró por horas, se metió a googlepara investigar más acerca del diagnóstico, trató de llamar a sus hijas pero vio que la diferencia de horarios no empataban para hacer una llamada de mamá así como casual empezando con un “holapricessestoy pensando en ti porque estoy leyendo una historia que habla de una niña como tú eras de pequeña”.
El mismo cansancio y las horas de ayuno la hicieron dormir y soñar como si alguien más la hubiera arropado y arrullado toda la noche. Al día siguiente empezó como siempre su diálogo con su yo interno, y ella misma se dijo que no adelantaría nada hasta tener los resultados de sus estudios súper revisados y al menos verificados por dos médicos más.
Regresó su actitud, unió los cachitos de mujer triste, se pintó los labios rojos, hizo todo lo que le tocaba y le correspondía con plena confianza en que de alguna manera todo volvería a su lugar.
Pasaron las tres semanas en el ínter hubo video llamadas y watts apps llenitos de contenido y amor del bueno, solo Isabella notó un poco mas divagaste a su mami pero pensó que solo serían cosas de la edad madura y de los cambios hormonales.
Los resultados de laboratorio dieron un diagnóstico equivocado para fortuna de Amada, una anemia en grado 7 delicada, pero no mortal con un tratamiento adecuado. Poco a poco con disciplina, cuidados y amor por ella misma empezó a sentirse más fuerte y animada gracias a las diversas actividades que tenía en a lo largo del día. Volvió a su vida; amigos, visitas a museos, idas al cine y hasta se daba el lujo de ver una que otra serie de Netflix.
En verdad estaba fascinada con el año sabático que había pedido en la ‘uni’ donde trabajaba con el fin de escribir sobre iatrogenias y otros males sociales que nos enferman por adelantado sin ninguna razón de ser, porque muchas veces en la forma de nombrar está el curar o enfermar.