Querida Ilona cómo duele el alma cuando tiene frío, soledad y hastío. Cuando hace falta un hombre que te contenga, te envuelva entre sus brazos, que te proteja y te lleve de la mano como trofeo, firme pero con ternura con gozo y hambre de tenerte y volver a tenerte pero no con ese afán de posesión sino de comunión y magia, sintiéndonos y amándonos en plena consciencia de todos los sentidos, como si mañana ya no existiéramos. Cómo hace falta una mirada profunda, juguetona, pícara y sensual. Las caricias cual pinceles recorriendo cada parte de mi cuerpo ardiente, húmedo y excitado con cada latido de mi palpitante corazón. Las palabras, con aliento entrecortado, saliendo de unos labios que agonizan con cada sensación estimulante y siguen sedientos con deseo de beber besos de miel, chocolate y frutos prohibidos. Qué maravilla cuando la cama no es suficiente porque espacio para amarse, cualquier parte acogedora y oscura ya es invitación abierta para vivir y revivir el placer de sentirse amada.
Pero no hay hombre, no tengo hombre. Solo tengo sueños y deseos de sentirme mujer y cada noche muere una parte de esta alma mal amada junto a su lamparita del buró.