Mucho me han pedido que escriba una historia más larga, tan larga como mi vida y mis experiencias. Desde niña me hice amiga de los libros y también de las libretitas a rayas o cuadros
chicos. Tengo debilidad por las plumas fuente, los plumones, las gomas de borrar de Milán Nata y los Pritts. Me declaro compradora compulsiva de cuato chuchuluco exísta en las papelerías de algún pueblo mágico que visito. Y es que, la verdad me gusta todo lo relacionado con la escuela. Amaba sacarle punta a mis lápices Fántasy de doble punta de colores y juntar las virutas en mi sacapuntas moderno con contenedor, era divertido expandirlas sobre una hoja de papel bond blanca y frotar con mi dedo indice, no importa si era el derecho o el izquiedo porque desde que tengo uso de razón uso ambas manos, las ocupo para crear: pegar, cortar, dirigir, tocar las castañuelas, hacer formas con las sombras y el reflejo de una vela, ¡vámos! hasta amasar harina para el pan de muerto o para la base de de una pizza casera. La idea era mantenerme ocupada, ahora me explico por qué no puedo llevar mis uñas largas ni con un manicure perfeto. Creo que mi destino era crear y mantener mis manos y mi mente ocupadas. Cómo recuerdo ahora los cumpleaños de mis hijos, cuántas manualidades bordé y cuántas bolsitas de dulces amarré con listones de colores terminados en chinitos al pasarles el borde de las tijeras de poco filo Barrilito. Recuerdo ahora mismo unos pollos, unos estuches en forma de lápices y unos osos cafés todos hechos de fieltro para cada nene que invitaba a la fiesta.
No me hacía mella el desvelo porque me ilusionaba preparar cada detalle, desde la decoración con globos y serpentinas hasta las mesas con su mantél y su kit de platitos- vasos- cubiertos decorados con el tema y color de la elección del cumpleañero. Ah, pero mi verdadero Keke era cocinar, cómo disfrutaba jugar a la comidita y mezclar sabores y texturas. Procuraba que hubiera un menú para nenes y para adultos y que no faltara nada en la mesas, por supuesto que las flores tenían que perfumar y decorar armónicamente el evento, Aunque reconozco que casi siempre me decantaba por los alcatraces blancos o amarillos. A pesar de las críticas de mi marido porque invariablemente me decía: otra vez alcatraz… fuga imposible.
Siempre quise una familia tradicional de cuento de azúcar, donde la madre era la representación del enacanto, la paciencia y la ternura celestial y además de cocinar deli, hablar varios idiomas y tener mucha cultura poseía del don de combinar la elegancia con la sofisticación y el erotismo con el sarcasmo intelectual. Esa dualidad inspiradora de ser madre y mujer o incluso dama y amante al mismo tiempo, me llevaba hacia mi hipótesis, antítesis y tesis que desde muy temprana edad daba vueltas en mi angustiada cabeza; la mujer desde Eva y Lílid, Artemisa y Afrodita, la misma Fátimath y Miriam o Freya y Soraya o Cleopatra y Leonor de Aquitania han sabido cuando callar y gritar haciendo uso de su sutíl encanto y persuación. Eran corazón noble con boca de perdón, abrazo y seguridad, regaso de bienestar, aceptación y validación. Esa madre inteligente, carismática y sabia que entendía la justa medida y balance entre la autoridad, la disciplina, el autodistanciamiento, la responsabilidad y la libertad a la hora de integrar los ingredientes como valores, límites y costumbres de esas masitas que poco a poco van tomando forma de hijos. Esa madre me hizo tanta falta en mi solitaria niñéz.
Para el padre seré clara y concisa, el padre ideal era y será siempre el mío, ¡tan tan! ¡Ay, pero cómo extraño tu imperfección Páp! Ya con tu pura presencia afinabas mis emociones y paralizabas mis miedos. Eras fuente de conocimiento e intuición. Observabas y analizabas sin emitir juicio alguno, pero te dolía la impunidad y el abuso de autoridad sobre los débiles. Ahora entiendo perfecto tu esmero por educarme fuerte, valiente y segura de mis elecciones. ¡Vamos pues!, que mi sí fuera sí y mi no un no. Enumerar tus cualidades sería escribir un manifiesto por que por cada una de ellas tendría que escribirte una poesía o una canción porque así vivías cada día conmigo. Tenías la sabiduría de entregar tu tiempo, dedicación y atención a cada una de tus pasiones separando lo importante de lo urgente. Escucharte para mí era vivir muchas emociones, imaginar y entender todo con absoluta atención como si quisiera aprenderlo de memoria para ocuparlo en mi futura vida.
Tantas frases tuyas guardo en mi memoria, pero definitivamente la que hoy me hace ruido es: “viniste a este mundo a ser feliz”. Y para ser honesta lo he sido Páp, por instantes quizá, pero esa es la vida. Ser consciente de que nada es eterno, mejor disfrutar del perfume y la belleza de una efímera flor o dejarme cortejar con las impulsivas olas del mar bravío, sentir el rocío de las gotas que el viento deposita traviesamente en mi cara y saborear la sal escarchada de mis labios, porque en tres minutos todo cambia, se mueve, agoniza y muere.