La vida es la oportunidad de crecer, aprender, despedirnos, agradecer y evolucionar. Estamos en este plano para ser felices y dignificar nuestra esencia, honrando a nuestros ancestros y al lugar donde pertenecemos.
No es un campo de batalla, no se gana o se pierde. Se tienen retos no castigos. No naces con buena o mala suerte. Simplemente cada quien tiene su historia personal y el éxito depende más de cómo movemos las piezas del ajedrez; es decir nuestros talentos, dones y fortalezas.
Conocerte a ti mismo y aceptarte con toda tu humanidad te hará saber y entender y amar tu propia unicidad. Solo quien es capaz de conocerse a sí mismo y haber superado sus pérdidas podrá elegir lo mejor y más conveniente para su crecimiento y trascendencia o legado.
Hay que trabajar en la construcción y evolución del maravilloso ser que somos un ensamble bio, psico, social, espiritual, falible, perfectible y creativo. Siete esferas en mantenimiento constante, que gran responsabilidad tenemos como seres humanos, energéticos, intuitivos, efímeros y sentimentales.
Estamos aquí de paso coincidiendo y relacionándonos con otras almas con cuerpo material, en esa interacción se generan lazos energéticos muy especiales, que en ocasiones nos hacen perder la propia identidad al grado de solo ser y estar para esa persona. Pero no se vale creerte que es de tu posesión. La neta del planeta nada ni nadie nos pertenece. Incluso los hijos son prestados y su misión es enseñarnos que existe el amor eterno.
El keke de la vida es aceptar que estamos de paso y nadie sabe cuándo se tendrá que despedir. Así de inverosímil es la existencia misma.